domingo, 12 de febrero de 2023

Mensajes de Santa Escolástica y José Sánchez del Río

 

 


Mensajes de Santa Escolástica y José Sánchez del Río

10 de febrero 2023

https://lossantoshablan.blogspot.com

Habla la Inmaculada Virgen María:

 

Sírvate hija de Dios, la Luz del Amor para disipar por un momento las tinieblas de tu mente, es necesario que cruces el desierto espiritual para reunirte con Mi Hijo Jesús, esto es preciso para tu fortalecimiento, cruzarás el desierto sola, mas tus hermanos te ayudan con sus oraciones y Dios con Su Amor te sirva hija. Pídele a “O” que te ayude a traducir estas palabras, si no quiere habrá quien lo haga.

Hijos Míos, hoy la Iglesia Católica recuerda a dos grandes Santos, que por Gracia Divina, les hablarán brevemente, para que continúen aprendiendo de ellos como sus Hermanos Mayores, escúchenlos y agradezcan como siempre al Padre Eterno, Su Infinita Misericordia.

Habla Santa Escolástica:

<<Soy Escolástica, hermana de Benito Abad, Patriarca de los monjes de occidente, nací en Nurcia Italia, hubiera querido hablarles en italiano, sin embargo, mi mensaje es breve y lo haré en español, para que sea comprendido más rápidamente>>.

Desde mi infancia, me consagré a Dios y fui enviada con mi hermano a Roma para estudiar, pero al ver la vida tan disoluta que ahí se llevaba, quedamos escandalizados, así que Benito fue el primero en alejarse del mundo y retirarse a una ermita. Seguí el ejemplo de mi hermano y fundé el “Monasterio de Piumarola”, donde puse en práctica “la Regla que por inspiración Divina” escribí, dividiendo rigurosamente el tiempo entre la oración, el trabajo, el estudio y el descanso.

Mi misión, junto con la de mis hermanas benedictinas, no consistió en realizar obras asistenciales como cuidar enfermos, asisitir cárceles u orfanatos, ni dedicarnos a la juventud o darle Catesismo a los niños. Realizamos algo mucho mayor que todo; rezar y sacrificarnos, así como dedicarnos a la “contemplación e inmolación por todos los cristianos” y puedo decirles que “para actuar hay algunos tantos, en cambio para luchar son menos numerosos y para sufrir muy pocos, estos son quienes sufren intencionalmente para que otros ganen la batalla”. Así que cargamos el infortunio, la infelicidad, las cruces más pesadas sobre nosotros y termina uno siendo un héroe que solo Dios logra ver.

Siempre recomendé a mis hijas espirituales observar rigurosamente la regla del silencio, les decía a ellas: “Callen o hablen de Dios, pues ¿Qué cosa en este Mundo es tan digna de tener que hablar”?

Mi hermano Benito y yo nos amábamos mucho, pero solo nos veíamos una vez al año, pues, el era muy mortificado en hacer visitas; cada visita que tenía, la pasabamos hablando de temas espirituales. Uno de esos días le pedí a mi hermano que se quedará al caer la noche, para seguir entonando las alabanzas de Dios y continuar con las santas conversaciones: “Te suplico hermano que no me dejes esta noche, para que podamos hablar hasta el amanecer de las alegrías de la Vida Eterna”, pero él me respondió: “¿Qué dices hermana?”, de ninguna manera puedo permanecer fuera del Monasterio; ¿no sabes que nuestros reglamentos lo prohíben? En ese momento sentí una gran tristeza en mi corazón, así que, junté mis manos y me quedé con la cabeza inclinada orando a Dios Todopoderoso dejando caer mis lágrimas y ofreciéndoselas al Señor.

Cuando levanté mi rostro, se desató una terrible tormenta, un aguacero tan violento, con rayos, truenos tan fuertes, que nadie pudo salir para intentar siquiera volver a su Convento. Benito entristeció, se quejó: <<Que Dios Omnipotente te perdone hermana, ¿qué hiciste? A lo que con gran alegría le respondí:  “Te pedí a ti y no quiciste escucharme, pedí entonces a mi Señor y El me oyó, ahora sal si puedes. Sal, déjame y vuelve a tu Monasterio”.

No pudo y pasamos toda la noche despiertos, entre santos coloquios sobre la vida espiritual.

A la mañana siguiente, nos despedimos. Tres días después, el Señor recogió mi alma, llevándola al Cielo en forma de paloma y desde ese momento, acompaño al Cordero donde quiera que vaya.

<<Termino diciéndoles que pude vivir personalmente el Amor y la Misericordia de Dios, darme cuenta de que El es el Amor y cuando se le pide con amor y por amor, El escucha las oraciones, pon al amor por encima de algunas “reglas estrictas”.

Intercedo por cada uno de ustedes para que puedan descubrir la importancia del amor y que puedan llevar todos los momentos de su vida basados en él. Dios es el Amor mismo y si los hombres no escuchan, Dios siempre lo hace.

Soy su hermana Escolástica y los amo con el Santo Amor de Jesús>>.

Habla San José Sánchez del Río:

<<Soy José Sánchez del Río, me decían “Joselito”, cuando morí, era prácticamente un niño, tenía tan solo 14 años, pero estos fueron suficientes para conocer a Dios y dar mi vida por El. El Señor me puso en la epoca de la “persecusión de la Iglesia y de los Sacerdotes”, más preciso en la llamada “Guerra Cristera”.

Mi familia era católica y desde muy niño me enseñaron el amor a Dios y a la Virgen de Guadalupe, así que, cuando les pedí que me dejaran ir con mi hermano y los Cristeros para defender la fe Católica, me lo concedieron.

No fui soldado, sino que servía lavando trastes, preparar el fuego, llevar agua, alimentar a los caballos, mantener los rifles limpios, yo pensaba al hacer estas tareas: “Por Jesucristo lo haré todo”, asistía fervientemente a Misa diaria y rezaba el Santo Rosario cada tarde con los soldados. Cuando hirieron al General, le dí mi caballo y aunque él me dijo que me fuera, yo insistí diciéndole: “Soy joven, usted es más importante que yo ¡Viva Cristo Rey!”.

Esto hizo que los federales me atraparan y les dije a estos hombres: “me han capturado porque me quedé sin munición ¡pero no me he rendido! En la prisión en donde me tuvieron encerrado, recordé en todo momento el consejo de mi querida madre: “Ten plena confianza en la Madre de Dios, Nuestra Señora de Guadalupe”.

Yo sabía que pronto mi vida acabaría, le escribí una carta a mi madre que hoy comparto con ustedes: “Mi querida madre: hoy me hicieron prisionero en la batalla. Creo que moriré pronto, pero no me importa. Resígnate madre a la Voluntad de Dios. Moriré feliz, porque muero al lado de nuestro Dios. No te preocupes por mi muerte, me mortificaría. Dile a mis hermanos que sigan el ejemlpo que su hermano menor les deja y que hagan la Voluntad de Dios. Ten coraje y envíame la bendición junto con la de mi padre. Envía mis saludos por última vez a todos y finalmente recibe el corazón de tu hijo que te quiere mucho y quien quisiera verte antes de morir”.

Trataron mis familiares de salvarme a cambio de negar a Dios, a lo que yo respondí: “Prefiero morir primero, ¡Viva Cristo Rey! ¡Viva la Virgen de Guadalupe!. Me sentí indignado por el sacrilegio de los federales al liberar gallos en la Iglesia, así que agarré los gallos, les rompí el cuello, luego limpié el Altar, me lavé las manos y me arrodillé para rezar con devoción.

Al otro día, Picazo se puso furioso, porque los gallos eran muy caros, a lo que yo le respondí: Lo único que sé es que ésta es la Casa de Dios, no es ni corral ni granero, estoy dispuesto a soportarlo todo ¡dispárame ahora! ¡así podré ir ante nuestro Señor! Picazo era mi padrino y él mismo prefirió mi muerte a soportar mi negación a Dios.

Me martirizaron cortándome en las plantas de los piés y ante tanto dolor, lo único que venía a mi mente, era la Imágen de Jesucrito en la Cruz y yo gritaba: ¡Viva Cristo Rey! A cada golpe, a cada insulto, a cada herida. Me hicieron caminar con los piés heridos a mi tumba, me acuchillaron y me mataron con un disparo. Por fin así terminó mi martirio y hasta mi último aliento no dejé de decir ¡Viva Cristo Rey! ¡Viva la Virgen de Guadalupe!

Cuando abrí los ojos, estaba en el Cielo, me recibió la Virgen María y Jesús me dijo que El curaría mis pies y todas mis heridas, para terminar, les digo que intercedo ante la Santísima Trinidad y la Virgen María por todos ustedes, para que sean valientes y crean sin duda alguna en el Señor y de manera especial, intercedo por los niños y jóvenes que ahora son atacados por satanás para que se alejen de Dios.

Su hermano en Cristo Jesús,

José Sánches del Río>>.

Habla la Inmaculada Virgen María:

Hijos Míos, este día les hablaron dos personas que por caminos distintos llegaron a la Santidad. Escolástica, entregando su vida a Dios en la oración, y Joselito dando su vida siendo martirizado, ambos vivieron en fechas distintas. Con trabajos diferentes pero teniendo en común el Santo Amor de Dios. Aprendan de ellos a amar y hacer todo con amor, para poder alcanzar la santidad.   

SOY SU MADRE LA SIEMPRE VIRGEN MARÍA, QUIEN LOS BENDICE Y LOS PROTEGE CON MI MANTO DE AMOR.

AMEN, AMEN, AMEN.

El Ministerio Internacional de Difusión Profética certifica como autentico este Mensaje.